sábado, 25 de abril de 2009

Catulo 76

Si algún placer tiene el varón que recuerda los favores pasados, cuando medita qué es la honestidad, aquél que ni violó la sagrada confianza ni ningún pacto, ni hizo mal uso del poder de los dioses para engañar a los hombres, entonces muchas felicidades te aguardan a vos, Catulo, preparadas durante una larga vida por causa de este ingrato amor. Pues cualquier cosa que los hombres puedan decir o hacer en bien de alguien, esto lo hiciste y lo dijiste, todo lo cual pereció al ser confiado a una mente ingrata.

¿Por qué te torturás tanto por este asunto? ¿Por qué no endurecés tu espíritu y te retirás de ahí, y dejás de estar triste ya que los dioses se oponen a que lo estés? Es difícil hacer a un lado súbitamente un largo amor. Es difícil pero hacélo, sea como fuere. Esta es la única salvación, esto es lo que debés dominar completamente. Hacélo, puedas o no puedas.

Dioses, si es propio de ustedes compadecerse o si alguna vez proporcionaron a alguien una última ayuda en el momento mismo de la muerte, préstenme atención, triste de mí, y si viví con pureza, arranquen esta peste y este mal de mí, que deslizándose subrepticiamente como una parálisis en lo hondo de mis miembros arrancó la felicidad de mi pecho entero. No pretendo ya que retribuya lo que siento por ella, ni que quiera ser honesta, puesto que no es posible. Deseo curarme yo y hacer a un lado esta funesta enfermedad. ¡Dioses!, concédanmelo a mí por mi devoción hacia ustedes.

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